Una exposición detallada de la criminalidad del judaísmo, más aun, del
judaísmo como un factor esencialmente criminal, en la historia mundial,
exigiría probablemente una obra de varios tomos, para lo cual todavía
falta hoy realizar lo principal en cuanto a obtención del material y
aprovechamiento de las fuentes. Por eso nos querernos limitar aquí a una
época especialmente interesante, a saber, del período de la Guerra de
los Treinta Años hasta la mitad del siglo 19 y a la criminalidad del
Judaísmo sobre suelo alemán. Pero, sin embargo, nos será permitido
anticipar ciertos hechos fundamentales. La tradición no bíblica sobre el
origen y la raíz del judaísmo, tal como la encontramos en Maneto,
Lysimachos y Chairemon (citados por Flavio Josefo en "Acerca de la Edad
del Pueblo Judío", escrito contra Apion), coincide en que los leprosos y
criminales expulsados de Egipto, que se unieron a las tribus de
bandidos del desierto, antaño también arrojados de allí, habrían
conformado el nucleamiento primitivo del judaísmo. PARA LA ANTIGUEDAD
CLÁSICA LOS JUDÍOS ERAN UN CONJUNTO DE CRIMINALES CONVERTIDOS EN PUEBLO.
Que esto se basaba en algo más que en una mera antipatía general contra
los judíos, parecen documentarlo las tradiciones bíblicas del propio
judaísmo; aunque puede haber en las leyendas de dioses y héroes, de
otros pueblos, diversas cosas que desde el punto de vista de un código
penal moderno serían objetables, pese a que rudos hechos de violencia,
homicidio y seducción también en ellos juegan un rol, la leyenda
genealógica del judaísmo, consignada en sus relatos sobre los
patriarcas, muestra una forma marcadamente detestable de verdadera
criminalidad. Aquí no impera el héroe iracundo, el hombre-fiera o el
dios del amor concupiscente, sino que se cometen crímenes que en todos
los otros pueblos deshonran a sus autores, se los aprueba y se los narra
por lo menos con la sonrisa socarrona de la fruición. ...
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