Cierto día del siglo I de nuestra era, el griego Alejandro, capitán de un barco mercante de Roma, se hizo· a la mar para un largo viaje. Partiendo de un puerto de Quersonéso Aureo, que llamamos hoy día Indochina, hizo rumbo al sur y, veinte días más tarde, tocó tierra en Zabai. Desde allá, se dirigió hacia el este y, después de "un número de días tan grande que no fue posible contarlo", alcanzó, "sin escala intermedia", la bien conocida ciudad de Cattigara. Tal es el relato que debemos al geógrafo fenicio Marino de Tiro cuya obra, escrita en los últimos año"s del siglo 1, se perdió pero fue retomada, cincuenta años más tarde, por su colega Claudio Ptolomeo, griego romanizado del Egipto.
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